Carta Intima

Por Jorge Arauz «Manotas»

No sé si esto que voy a contar sirva de consejo. Tal vez sea solo mi verdad. Lo que viví, lo que sentí, lo que me sostuvo cuando parecía que no iba a poder. Y si le llega a un niño, a un adolescente, a un padre, entonces habrá valido la pena escribirlo.

Yo empecé en el fútbol muy chico, en la academia Tahuichi. Estuve ahí muchos años. Siete, jugué muy poco. A veces, nada. Me acuerdo una vez que el arquero titular estaba enfermo y yo pensé: “Esta es la mía”. Pero el profe decidió poner a un defensor de arquero antes que confiar en mí. Lo hizo bien… y otra vez me tocó mirar desde afuera.

Nunca jugué un Mundialito. Bueno… sí jugué. Pero de alcanza pelotas.

Y sin embargo, algo en mí no se apagaba. Yo sabía que no era el mejor, que me faltaban condiciones. Pero también sabía que podía aprender. Así que entrenaba con la predisposición de mejorar. Con humildad. Y con una certeza que nunca solté: mi confianza en Dios. Era lo único que no negociaba. Sabía que si me sacaba la mugre trabajando, si me esforzaba de verdad, Él iba a hacer el resto.

Un día, la academia me dio el pase. Se terminó mi ciclo ahí. Pero yo no me rendí. Mi fe me sostenía. Tiempo después, por cosas de la vida, ya no había arquero en mi categoría. Y me volvieron a llamar. Ahí fue cuando el profe Jesus Rojas me dio una oportunidad. Empecé a jugar. Y descubrí que el ritmo de partido te da cosas que los entrenamientos no. Mejoré. Empecé a sentirme listo.

Y un día, compraron mi pase. Fui el único de mi categoría que dejó dinero a la academia.

El debut profesional llegó de la mano del profe Erwin Sánchez. Jugué mis primeros partidos. Pero, como todo en mi carrera, no fue fácil. Nada me vino regalado. Hubo caídas, dudas, momentos donde parecía que otra vez se cerraban las puertas.

Pero seguí. Siempre seguí.

En Royal Pari pude consolidarme. Llegó el llamado a la selección. Hoy estoy feliz en Oriente Petrolero, un club grande, con historia, con una hinchada impresionante que llena estadios y empuja. Mi sueño ahora es claro: salir campeón con esta camiseta. Trabajo todos los días con ese objetivo en el corazón.

Y en todo este camino, si algo aprendí, es que el fútbol no tiene misterios. Tal vez no te quiera el técnico, o no te banque la dirigencia, o no te entiendas con el grupo. Pero la cancha… la cancha no miente. Es tan hermosa, tan justa, que siempre te da una oportunidad. El problema es no estar listo cuando esa oportunidad llega.

Por eso, yo siempre digo: entrena. No lo negocies. No te quejes tanto. No te pierdas en excusas. Preparate. Porque el día menos pensado, te toca. Y cuando te toque, que te toque listo.

A los chicos les digo: disfruten del juego. A los adolescentes: no se olviden de que sin disciplina, no hay frutos. Y a los padres… acompáñenlos. Estén ahí. Porque entre los 12 y 15 años, la parte emocional nos marca. He visto talentos perderse por falta de carácter, por vicios, por no tener ese respaldo. Un padre presente puede hacer toda la diferencia.

Y sobre todas las cosas: encomendate a Dios. Él te guarda, incluso de tus propias malas decisiones. Él te muestra el camino, pero vos tenés que caminarlo. Con fe. Con trabajo. Con perseverancia.

Porque en este deporte —y en la vida— no se trata de que te elijan. Se trata de estar listo para cuando te toque.

—Jorge Arauz

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *