La Voz del Vestuario

Por Rodrigo Banegas y «Tutu» Farah

«Vestir esta camiseta no es solo un privilegio, si no también una responsabilidad»
Por Rodrigo Banegas

Todavía me cuesta poner en palabras lo que significa para mí estar acá. Ser parte de la selección boliviana en estas Eliminatorias rumbo al Mundial 2026 no es solo un momento deportivo: es un privilegio. Un sueño que, como muchos chicos en Bolivia, imaginé desde niño. Me siento profundamente agradecido por esta oportunidad. Estar acá no es casualidad; es resultado de esfuerzo, trabajo, y también de muchas personas que me acompañaron en el camino.

Vestir esta camiseta es un orgullo que no se compara con nada. Cada vez que canto el himno, siento que no soy solo yo en la cancha: están mis seres queridos, mi historia, y el anhelo de todo un país que sueña con volver a un Mundial. Esta ilusión no es solo de los que jugamos, es de millones que nos empujan desde cada rincón de Bolivia.

El ambiente dentro del equipo hoy es especial. Con el profe Óscar Villegas y su cuerpo técnico, se respira un aire distinto. Nos ayudan a quitar la presión que naturalmente traen estas instancias. Sabemos lo que nos jugamos. Faltan pocas fechas, y cada partido cuenta, pero lo estamos viviendo con calma, con alegría y mucha responsabilidad. El grupo está fuerte, unido, con gente buena, y eso marca la diferencia. Los equipos que logran cosas importantes no son solo los que mejor juegan, sino los que mejor se entienden. Y nosotros, hoy, estamos entendiendo el valor de ser un verdadero equipo.

Sabemos que el camino no es fácil. Las Eliminatorias sudamericanas son de las más duras del mundo. Jugás contra figuras que compiten en las mejores ligas del planeta, en ambientes hostiles, con mucha presión. Pero Bolivia está evolucionando. Hoy proponemos de local y también de visita. Se nota en la cancha, pero también se nota en la gente: hay una expectativa distinta. Quedan cuatro fechas claves, y estamos enfocados en ir paso a paso, con humildad, pero también con determinación.

La baja de Ramiro Vaca es muy sentida. Todos sabemos lo que aporta dentro y fuera de la cancha. Es una excelente persona, un gran compañero. Lo vamos a extrañar, pero también vamos a jugar por él. Sabemos cuánto quiere estar acá, cuánto significa para él este proceso. Y eso también nos impulsa.

Jugar en casa, en la altura de El Alto, tiene su mística. Como decimos, “se juega donde se vive”. No somos la única selección que tiene esta particularidad; Ecuador también lo hace. Lo importante es entender que no es garantía de nada. La altura puede ser una ventaja, sí, pero el partido hay que jugarlo, hay que ganarlo, hay que disfrutarlo. Y nosotros salimos a hacerlo todo: a proponer, a competir, a dejar el alma.

Hoy me toca estar acá. Y estoy feliz. Porque sé todo lo que costó. Porque sé que no siempre fue fácil. Pero hoy me toca. Y mientras esté, voy a dar todo. Por mí, por el equipo, por los que están y los que no, y por ese país que sigue soñando con volver a un Mundial.

Cristian “Tutu” Farah – CT de la Selección Boliviana

En el fútbol, se habla mucho de presión. Pero la verdadera presión no está en la cancha, lo nuestro es una responsabilidad, sí, pero también es un privilegio. Y desde que llegamos a la selección, el mensaje ha sido claro: jugar con alegría, con orgullo, pero sobre todo con libertad.

Hay algo que se ha transformado, algo profundo. Antes, venir a la selección era una carga. Nadie lo disfrutaba. Hoy queremos que los chicos se sientan felices de estar acá. Que sepan que cada partido es una oportunidad, no un castigo. Porque eso también es parte del cambio.

Cuando asumimos, la clasificación al Mundial parecía una utopía. Tres puntos en eliminatorias. Cero en Copa América. Pero decidimos empezar a trabajar, sin excusas. En once meses, el cambio es evidente. Clasificamos a un Mundial Sub-17, volvimos a competir, y lo más importante: la ilusión volvió.

Todo esto ha sido posible porque el grupo entendió que hay que ir partido a partido. Que pensar en el futuro sin atender el presente te aleja de lo inmediato. Hoy no solo competimos, también creemos. Y eso lo sienten los hinchas.

El apoyo de la gente ha sido clave. Ver el estadio con alma, con aliento, con ganas… nos recuerda que no estamos solos. Y eso se nota. Antes el silencio pesaba. Hoy hay una energía nueva, una conexión que antes no estaba.

La relación con los clubes también ha mejorado. Hablamos con los preparadores físicos, compartimos datos, cargas, reportes. Todos están conectados. Maxi Alonso y Pablo Sciaccia lideran desde la absoluta y el vínculo es constante. Algo impensado antes. Entre PFs no hay celos, hay cooperación. Y eso también es Bolivia.

Oscar, el profe, fue clave. Entró en julio, y en cuestión de semanas renovó al 70% del plantel. Los chicos juegan sueltos, sin miedo. Con 17, 18 años, están debutando en eliminatorias. Antes eso era impensado. Antes, el jugador debía esperar hasta los 25. Hoy lo vive con naturalidad, porque lo estamos preparando para eso.

Y no es solo tener la pelota. Es disfrutar también el esfuerzo. Festejar una recuperación, un lateral ganado, una falta provocada. Las microvictorias también cuentan. Y en nuestras juveniles eso ya es cultura.

Convocar jóvenes no siempre tiene que ver con los minutos en cancha. A veces el talento necesita confianza, no estadísticas. Lucas Chávez, Diego Arroyo, Erwin Vaca… muchos no tenían continuidad y hoy son claves. Miguelito, que ni jugaba, hoy es segundo goleador de las Eliminatorias. Estaban ahí, pero faltaba alguien que creyera.

Vamos a ver los entrenamientos, analizamos reservas, juveniles, reportes físicos, estado emocional. Todo suma. No convocamos al que más ruido hace, sino al que trabaja bien.

¿Sabés cuál es nuestra ventaja? Que venimos de abajo. Hemos entrenado con dos pelotas para cuarenta jugadores, sin agua, sin chalecos. Por eso valoramos cada herramienta, cada avance, cada paso y eso lo siente el jugador.

¿Y el objetivo? Claro que queremos clasificar al Mundial 2026, pero lo nuestro va más allá. El verdadero proyecto apunta al 2030. Un plan de diez años. No venimos a hacer milagros, venimos a construir.

Si hoy Bolivia sueña de nuevo, es porque dentro del vestuario hay una nueva voz. Una voz que ya no baja la cabeza. Una voz que cree. Una voz que compite.

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